Blogia
BOQUERÓN

PRESOS DE LA INDEFENSIÓN

"No podemos dejar que los presos vayan probando suerte hasta que alguien acierte". El intento de secuestro de un funcionario de la cárcel de Zuera dejó en evidencia algunas de las carencias con las que el complejo penitenciario cuenta y que los trabajadores llevan años reivindicando. Desde el sindicato de prisiones ACAIP siguen denunciando que "lo sucedido no es fruto de la casualidad y, por experiencia, sabemos que el próximo altercado será superior en gravedad".

La narración de lo sucedido el pasado 8 de septiembre deja entrever que el resultado podía haber sido otro si los secuestradores no llegan a tener un pequeño descuido. "Los presos aguardaron escondidos para sorprender al vigilante. Con un cordón de sus zapatillas apretando su cuello y unos pinchos clavándose en su cuerpo cada vez que algún funcionario hacía algún amago de interceptarles fueron pasando del módulo 10 a los viales y el departamento de comunicaciones", relata Juan Carlos, un compañero de Jesús en la prisión de Zuera.

Fue precisamente el módulo de comunicaciones el fin de su intento de fuga, y más concretamente un "pequeño descuido" que cometieron cuando uno de ellos pidió un móvil para contactar con su pareja sentimental. "Lo intentó en dos ocasiones pero nadie contestó a su llamada", cuenta Juan Carlos, y en cuestión de un segundo nueve funcionarios se abalanzaron sobre los dos presos.

"Parece increíble pero aún estando en el suelo, con nueve hombres intentando reducirles, emplearon los pinchos para defenderse y les hirieron", lamenta Juan Carlos. Aún así, el vigilante retenido, con manchas de sangre por todo el cuerpo, fue liberado por la osadía de sus compañeros, que no pudieron evitar sus heridas.

Una de ellas, la de mayor consideración, reflejaba "un pinchazo en el tórax que le perforó la pleura". Es por esto que los funcionarios de prisiones entienden que, en estos casos, no se les debe juzgar por el intento de fuga, sino "por intento de homicidio", y añadir más años a su dilatado currículum delictivo.

Tras ser reducidos, los dos presos fueron cacheados por los vigilantes y los hallazgos dan cuenta de la mercancía que llega a los internos, a pesar de estar entre rejas: "una jeringuilla en una zapatilla y un preservativo introducido en el ano con un objeto sólido en su interior". No pudieron averiguar de qué se trataba, al romperse la goma, pero les hicieron una radiografía y desveló su forma. Sin embargo, fueron trasladados a la prisión de Puerto 1, en Cádiz, sin extraérselo del cuerpo y, "curiosamente, cuando llegaron allí el objeto en cuestión ya no estaba en su interior", explican fuentes de la cárcel de Zuera.

En el centro penitenciario gaditano permanecen los dos secuestradores, mientras Jesús esta semana declaraba ante sus superiores para finalizar el informe que será trasladado de inmediato al Juzgado de Guardia y la Fiscalía.

Sus compañeros temen que, como en otros casos, se interprete como una forma de hacerse notar de estos presos porque, como aseguran entre ellos, "clavar un estilete en la pleura no es llamar la atención".

Lo ocurrido con Jesús fue la gota que colmó la paciencia de una plantilla que observa con impotencia la "pasividad" de los que deberían empezar a preocuparse en tomar medidas para no perder el control sobre una prisión como la de Zuera, con más de 1.800 internos en su interior.

De hecho, no es habitual que la plantilla del centro penitenciario organice protestas por las condiciones de indefensión que aseguran sufrir --solo una hace cuatro años-- y a tenor de la respuesta obtenida (nadie en la Delegación del Gobierno les recibió y la dirección del centro tilda la agresión de hecho "puntual"), las soluciones a corto plazo se antojan "imposibles". La reacción no se ha hecho esperar: ACAIP no participará en los actos del Día de la Merced.

El nivel de peligrosidad va en aumento y las causas son lógicas para los más veteranos: "Por un lado debemos reducir a internos peligrosos con los mismos medios materiales (cascos, escudos, porra,...) que se usaban hace 30 años y, por otro, hay pocos aragoneses que aspiren a una plaza, por lo que la mitad son de otras ciudades, en su primer año de carrera profesional y con ganas de pedir el traslado a su tierra". El problema es que "los presos saben bien quién huele a nuevo, lo calan rápidamente".
>El Periódico de Aragón - 23/09/2007 )

0 comentarios