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BOQUERÓN

El contenido de la mochila rosa

"¿Conocéis a alguna persona con mucha ambición del corazón?", ha preguntado la presentadora del acto. "¡Sí!" Ha respondido atrevida una voz de niña. Ese gritito agudo ha arrancado las sonrisas de todos los presentes y las miradas se han vuelto para buscar a la valiente. Era difícil verla, pues era la niña más pequeña de entre todos los chavales que esta tarde ocupaban el salón de plenos de la DPZ. 

Ella, al igual que otros 32 niños, ha abandonado el edificio por la puerta de la calle de Cinco de Marzo con una enorme mochila rosa. "Espérate a que salgamos, ahora la abrimos" decía una madre al salir mientras intentaba sin éxito contener las ansiosas manos de su hija. 

Dentro, el tesoro por el que tantos padres han sufrido este año: el material escolar para todo un año. Cuadernos, estuches, bolis, pinturas... todo para acudir este año a las aulas igual de equipados que sus compañeros. Incluso un chándal. 

Ese era precisamente el propósito de la Fundación Carlos Sanzcuando convocó las becas de material escolar para niños en riesgo de exclusión hijos de reclusos. Que pudiesen tener las mismas oportunidades que los demás niños y empezar el curso con todo lo necesario: "El material lo pone la Fundación Carlos Sanz, ahora os toca a vosotros poner la ilusión y el esfuerzo", ha anunciado acertado José Manuel Larqué, delegado de Cultura de la Diputación Provincial invitado al acto: "Os pido que os forméis", ha añadido. 

Pero el verdadero responsable de este acto solidario era Carlos Sanz, antiguo árbitro de Primera División que, al ver truncada su carrera por un transplante de hígado, fundó la asociación para promover el deporte y la donación de órganos. "A veces desde la Fundación parece que no hagamos más que pedir, pero es gracias a esa insistencia por lo que podemos estar hoy aquí y entregar 33 becas de material escolar", ha comentado Sanz antes de añadir: "Nuestro objetivo con esta ayuda es facilitar en lo posible la formación de los niños, trabajar en su educación". 

Uno a uno los chicos han ido pasando a recoger su material. Algunos, pequeños, con una gran sonrisa. Otros, más mayores, avergonzados por la atención prestada y bien firmes. Todos a la salida toqueteaban las cremalleras de las mochilas para averiguar qué había en el interior.

Heraldo.es - P. Puebla. - 13/09/2012 

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