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BOQUERÓN

"Como un colegio mayor con puertas de hierro"

"Esto lo considero como una residencia de estudiantes. Lo único, que las puertas son de hierro". Julián lleva unos meses como presidente del módulo 11, uno de los dos de respeto de la cárcel de Zuera. ¿Y qué hace el presidente de un colectivo de reclusos como este? "Mi tarea es coordinar un poco los grupos de trabajo y las comisiones y mantener la relación con los funcionarios", explica.

También forma parte, de oficio, de la Comisión de Conflictos, que se encarga de intervenir cuando hay roces. No son muchos. Aunque "no dejamos de estar privados de libertad y hay tensión, pero no enfrentamientos".

Esos roces, en ocasiones como ante un insulto leve, pueden solventarse reconviniendo al infractor para que pida perdón, aunque otras veces esa misma acción conlleva la expulsión.

La actuación de los internos de estos módulos es seguida a diario por los funcionarios de vigilancia y los equipos de tratamiento. Hacer mal la cama supone un punto negativo, una advertencia que, de producirse dos veces más en un mes, hace que el recluso regrese a un módulo normal. También hay puntos positivos por las acciones correctas.

No suelen darse casos, aunque los propios internos recuerdan a "algunos que han llegado a pedir la baja por no poder cumplir tanto compromiso". O "por ver tanta limpieza".

 

Ejes principales

La higiene y la limpieza son, con el deporte y la actividad física, algunos de los ejes principales del programa de tratamiento. "Esto se limpia cada día tres veces y la gente va rotando de tarea; suelos, cristales, etcétera", anota Julián. Los módulos de respeto tienen muchas particularidades: hay talleres y actividades mixtas, se fomenta el deporte, se pone un fondo común para comprar artículos comunes como la televisión de la sala principal o algunos aparatos del gimnasio. Con parte de ese dinero, y a través de los Mercedarios, han apadrinado a Santiago y Armando, dos niños guatemaltecos. El padre de uno de ellos también está preso.

Al ingresar en el número 11 es obligatorio pasar por un curso de planchado de ropa y llama la atención la limpieza de todas las dependencias, en varias de las cuales hay muebles fabricados por los internos mediante el reciclaje de palets de madera y macetas para las que reaprovechan latas y piezas de corcho.

"Se trata de aprovechar lo mejor de cada uno --explica un funcionario--, de explotar sus habilidades". Así, cuentan con cursos de costura, de flamenco y batuca y con enseñanzas de informática en varios niveles. Este mes no cierran los talleres porque lo pidieron los reclusos.

Óscar lleva unos meses en el módulo después de trece años entre rejas. "La diferencia es enorme. Aquí hay tranquilidad y no hay trapicheos. Estamos como si fuéramos personas", dice. Hay algún caso que apunta en esa línea, como el del compañero que logró su primer permiso tras 19 años sin pisar la calle.

17/08/2010 E. B. D.

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