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BOQUERÓN

Trabajar entre rejas

Trabajar entre rejas

Estar preso priva del derecho a moverse libremente, pero no del derecho a trabajar. Y numerosos reclusos se apuntan a los talleres instalados en los centros penitenciarios, hasta el punto de que en la macrocárcel de Zuera trabaja en estos momentos el 30% de los presos, 437 personas de un colectivo de 1.500.

La mayoría de estos operarios entre rejas son extranjeros y se dedican fundamentalmente a la producción de cableado para electrodomésticos y automóviles (161 internos) y a la confección textil (74). También se fabrican lámparas, somieres y patas de cama, hasta sumar un total de seis actividades que se llevan a cabo en cuatro naves que entraron en funcionamiento hace seis años.

"El índice de ocupación es muy satisfactorio", afirma Andrés Gonzalo, director del centro penitenciario de Zuera, que subraya que el pasado mes de septiembre la prisión zaragozana se convirtió en la segunda cárcel de España en cuanto a número de presos ocupados en actividades productivas.

Ese mismo mes, la empresa privada que explota los talleres gestionados por la prisión pagó 91.800 euros en concepto de nómina, algo menos que en octubre pasado, cuando los salarios supusieron 99.000 euros. Estas cifras hacen de Zuera el cuarto centro penitenciario de España por el montante de las mensualidades.

HASTA 900 EUROS "Un trabajador puede ganar entre 300 y 900 euros al mes, todo depende de la producción que saque adelante", señala el responsable de los talleres, para quien estas instalaciones "no dejan de ser una fábrica que está en el interior de un centro penitenciario" y se rige por los mismos principios de rendimiento y productividad.

Sin embargo, compaginar la rutina carcelaria con la actividad laboral no siempre es fácil, pues el trabajo tiene que dejar hueco para las comunicaciones y los permisos carcelarios.

Además, el trabajo no es el centro de la vida en prisión. "Hay actividades que, como la educación y las unidades de deshabituación se consideran prioritarias", señala Andrés Gonzalo.

Por otro lado, no puede trabajar todo el que desea hacerlo. Las autoridades penitenciarias evalúan a los candidatos y candidatas y tienen en cuenta una serie de variables, como las necesidades económicas, las cargas familiares, los hábitos laborales y la duración de la condena.

OCUPAR LA CABEZA En cualquier caso, los reclusos extranjeros, que en Zuera representan el 40% del total, son los que copan la mayor parte de los puestos laborales, impulsados casi siempre "por la necesidad de enviar dinero a sus familiares, tanto dentro como fuera de España", según ha comprobado el encargado de los talleres.

Así, Carolina, que es colombiana, saca en torno a 120 euros al mes cosiendo fundas de almohada, a razón de un céntimo por unidad. El trabajo con la máquina de coser, en horario de 9 de la mañana a una del mediodía y de 5 a 8 de la tarde, le sirve para ayudar a sus familiares y "para tener la cabeza ocupada".

"Trabajando el tiempo pasa mejor", opina el marroquí Merouani Djabal, de 23 años, que cumple condena por robo con violencia. Gana en torno a 200 euros al mes, una cantidad que destina a cubrir sus necesidades cotidianas, pues está soltero. "Unos meses saco más dinero y otros, menos, todo depende de cómo van los pedidos", explica.

Los talleres son inseparables de los quince cursos de formación que se imparten anualmente en el centro en colaboración con el Instituto Nacional de Empleo (Inaem). Los hay de jardinería, electricidad, albañilería, pintura, tapicería y, en breve, se podrá estudiar también informática.

La Dirección General de Instituciones Penitenciarias se limita a gestionar los talleres existentes en las cárceles españolas bajo su jurisdicción. A cambio, no obtiene ningún beneficio, dado que la normativa impide que la entidad desarrolle actividades con ánimo de lucro. El pago a los reclusos empleados en los talleres se realiza tomando como punto de referencia el salario mínimo interprofesional, aplicado a la producción realizada en una hora de trabajo. En el caso de Zuera, tres empresas privadas explotan los talleres, pagan los salarios y facilitan el material para la producción.

La mayoría de los reclusos de Zuera participa en actividades educativas, desde el aprendizaje del idioma español a la enseñanza primaria y secundaria, que se imparte con el plan de adultos. Además, los reclusos pueden cursar estudios universitarios a través de la UNED. Todos los presos se someten a una valoración al ingresar en la cárcel para comprobar su nivel de conocimientos.

Desde cojines a cableados de coche
Los talleres del centro penitenciario de Zuera producen desde cojines y somieres a cableados para electrodomésticos y automóviles.
>El Periódico de Aragón - 18/11/2007 )

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