Blogia
BOQUERÓN

Programa Tratamiento para Agresores Sexuales

Daroca. 19/9/2007 - El sistema penitenciario español cuenta con 77 centros en los que alrededor de 2.908 reclusos cumplen su condena por delitos contra la libertad sexual, 26 de ellos son mujeres, según los últimos datos oficiales, correspondientes a junio de 2007. De todos ellos, 198 asisten de manera voluntaria al Programa de Tratamiento para Agresores Sexuales que desarrolla la Dirección General de Instituciones Penitenciaras en 27 prisiones españolas.

Una de las que lo ha puesto en marcha es la penitenciaría de la localidad zaragozana de Daroca, en la que alrededor de seis o siete agresores tratan de rehabilitarse y no reincidir. La selección de los internos que acceden al programa parte del propio deseo de los penados porque, como reconoce un funcionario de la prisión de Daroca, “así te aseguras de que quien realmente quiera curarse tenga una oportunidad”.

La duración del tratamiento, que fue desarrollado a petición de la directora de Instituciones Penitenciarias, Mercedes Gallizo, es determinada y gira en torno a los tres meses. El proceso de rehabilitación está basado en terapias y talleres impartidas por trabajadores sociales que, tras ser contratados, realizan un curso específico de formación en la Escuela de Estudios Penitenciarios antes de comenzar a desarrollar su labor.

Al contrario de lo denunciado por el presidente de la República Francesa, Nicolas Sarkozy, “en España no es posible la reducción de penas por acudir a estos cursos, gracias al Código Penal de 1995”, aclara el funcionario de la cárcel de Daroca. “Todavía queda algún interno que está cumpliendo condena por el antiguo, y ellos sí redimen, los que están condenados por el del 95, lo único que tienen es un posible adelanto de la libertad condicional, pero la pena es la misma. Si tiene 15 años, cumple 15 años”, expresa rotundo.

Todavía es pronto para conocer la efectividad del programa, puesto que su implantación es muy reciente. Sin embargo, la presidenta de la Federación de Asociaciones de Asistencia a Mujeres Violadas, Tina Alarcón, no se muestra especialmente optimista. “En otros países se ha hecho y la verdad es que los resultados son mínimos. El porcentaje de estos delincuentes que se inserta es muy bajo”, explica.

No todos los violadores son iguales

“Estos individuos necesitan una terapia muy profunda, de resocialización incluso, para cambiar su actitud frente a la mujer y frente a la violencia”, sostiene Tina Alarcón. En ese mismo sentido se pronuncia cuando se habla de la castración química como solución. “Las medidas en las que creemos son aquellas que se prolongan. Creemos en que a los agresores se les tiene que hacer un seguimiento porque no todos los violadores son iguales”.

Los perfiles de los agresores sexuales van desde el violador en serie, compulsivo, “que necesita un tratamiento psicológico exhaustivo y personalizado, porque un violador necesitará ocho años y otro con un año tendrá suficiente para rehabilitarse”; hasta el que ha violado una vez en su vida, “para quien la experiencia en la cárcel es lo suficientemente disuasoria como para que no vuelvan a reincidir”.

Precisamente la razón por la que el número de agresores sexuales que acceden a seguir un tratamiento voluntario es tan bajo, se encuentra en la primera tipología. Los violadores compulsivos “no aceptan que han cometido un delito, ni demuestran ninguna empatía por la víctima porque no consideran haberle hecho ningún daño. Siempre se justifican y piensan que han sido denunciados por venganza y que la víctima consintió o no lo pasó tan mal”, relata Alarcón.

Desarrollar la culpabilidad

En esa tesitura “no hay terapia que valga, porque lo primero que hay que conseguir es que desarrolle el sentimiento de culpa del que habitualmente carecen”, aclara Alarcón. De ahí que defienda la prolongación del tratamiento, puesto que “este tipo de individuos suele tener asociada la sexualidad a la violencia”.

En un estudio que realizó la Federación de Asociaciones de Asistencia a Mujeres Violadas, se concluyó que los violadores no tienen una compulsión sexual, sino que “una vez más es un ejercicio de poder, para el que utilizan los genitales como un arma más".

"En lugar de coger un cuchillo para canalizar sus frustraciones", prosigue, "agreden con sus genitales”, explica su presidenta, que apunta éste como otro motivo para dudar de la efectividad de la castración química, puesto que "no hay pulsión sexual que reprimir, sino esquemas que modificar".

0 comentarios