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BOQUERÓN

Tráfico de drogas tras las rejas

"Cuando la droga escasea en la cárcel es porque también falta en la ciudad". Es una frase muy empleada entre los funcionarios de prisiones para explicar el narcotráfico que siempre ha existido en el interior de los centros penitenciarios españoles, pese a la continua renovación de medidas de seguridad.

La muerte de tres presos por una posible sobredosis de heroína en la prisión zaragozana de Zuera en las pasadas fiestas navideñas ha reabierto el viejo debate sobre las vías de acceso y la distribución de droga en los centros. El Partido Popular, que tampoco fue capaz de frenar este narcotráfico entre rejas, ya ha anunciado que llevará el asunto al Congreso de Diputados.

Ni detectores antidroga, ni cacheos y registros, ni la renovación de medidas ha servido para impedir el trapicheo en las cárceles. Es cierto que cada vez se ha dificultado más la introducción de alijos, pero eso solo ha servido para encarecer el productor.

En la antigua prisión de Torrero, al acceso era más sencillo. Las bolas de droga, especialmente de hachís, eran arrojadas desde el exterior, aunque una parte de ellas se quedaba en los tejados. Estos métodos provocaban muchos problemas, e incluso se registraron agresiones con arma blanca contra presos que se habían quedado con envíos que no iban dirigidos a ellos.

Con la apertura del centro de Zuera se acabaron los lanzamientos, pero los traficantes recurrieron a métodos que no eran tan comunes, como los empleados para introducir heroína. Los camellos la transportan habitualmente en sus aparatos digestivos u ocultas en el ano, cuando regresan de permisos. En la vía del vis a vis colaboran los familiares.

De nada vale entonces el escáner antidroga. El pasado diciembre, un recluso que ya había pasado por el aparato fue sometido a un cacheo integral. El aparato no había detectado nada, pero los funcionarios le encontraron un paquete de hachís en el ano.

Otra fase es la distribución interna. Normalmente nunca se reúnen pruebas contra los responsables de la droga --los quiés, en la jerga carcelaria--. Tienen sus propios camellos.

Solo en casos especiales se puede identificar a los presuntos vendedores. Ha ocurrido con motivo de las muertes de Zuera, tras las que dos reclusos fueron aislados en celdas individuales la pasada semana.

La delación llegó de los propios reclusos en vía de amenaza. Ellos sabían quiénes trabajaban para Diego F. F., el preso fallecido que presuntamente introdujo la partida adulterada. A raíz de las muertes, peligraba la identidad física de los dos sospechosos, contra quienes se dirigían las furias de sus compañeros. La propia secretaria general de Instituciones Penitenciarias, Mercedes Gallizo, explicó que el aislamiento también era una medida de protección para ellos, al tiempo que se investigan los hechos.
12/01/2009 J. M. PÉREZ BERNAD EL PERIÓDICO DE ARAGÓN

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