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BOQUERÓN

EL 30% DE LOS PRESOS DE LAS PRISIONES ESPAÑOLAS PADECEN HEPATITIS C

La infección por el virus de la hepatitis C (VHC) está considerada como un importante problema de salud pública que afecta a más de 170 millones de personas en el mundo, lo que representa el 2-3% de la población, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En España, uno de los sectores con mayor prevalencia de infectados por el VHC son los presos de las cárceles españolas —según datos de la Subdirección General de Sanidad Penitencia— donde aproximadamente el 30% de los reclusos está infectado por el virus C de la hepatitis.

Sin embargo, “la proporción de personas infectadas por el VHC está en constante disminución en el medio penitenciario”, apunta el Dr. Pablo Saiz de la Hoya, médico del Centro Penitenciario de Alicante I, en el marco del simposio, organizado por Roche, Tratamiento de la Hepatitis C Crónica: Un reto para la Sanidad Penitenciaria. Si en el año 1998 el 48,6% de la población penitenciaria estaba infectada, en 2006 la prevalencia ha disminuido casi un 20%, como consecuencia de las mejoras en el diagnóstico, tratamiento y programas de prevención de la enfermedad.

El tratamiento estándar de la hepatitis C está compuesto por una combinación de interferón pegilado y ribavirina, una terapia de larga duración —entre seis meses y un año— y cuyos efectos adversos afectan a la calidad de vida del paciente.

“Cansancio, irritabilidad, depresión y alteraciones en los análisis de sangre: disminución de los leucocitos y plaquetas o anemia, son algunos de los efectos secundarios que se producen con más frecuencia”, señala el Dr. Ricard Solá, Jefe de la Sección de Hepatología del Hospital del Mar de Barcelona.

Para este investigador, “los trastornos psiquiátricos y los hematológicos son las primeras barreras que encuentran los pacientes a la hora de iniciar el tratamiento, sin embargo, en los últimos años se ha trabajado mucho en estos dos campos y hoy en día se han logrado minimizar estos efectos”.

Con el fin de detectar cuanto antes a los pacientes con riesgo de padecer trastornos psiquiátricos se elaboran cuestionarios para reconocer los síntomas y se pone en marcha el tratamiento antidepresivo necesario.

La anemia hemolítica debido a la ribavirina es otro efecto secundario que puede obligar a reducir la dosis de los fármacos o bien a “utilizar eritropoyetina, algo que mejora la calidad de vida del paciente y resulta coste-beneficio, tal y como señalan diversos estudios aparecidos en publicaciones científicas”, afirma el Dr. Solá.

El segundo factor relevante que influye en la eficacia del tratamiento es la adherencia al mismo, con el objetivo de obtener una respuesta virológica sostenida. La estancia en un centro penitenciario permite una estrecha vigilancia de los efectos secundarios del paciente, lo que facilita la adherencia al mismo y permite establecer estrategias de tratamiento directamente observado (TDO).

El correcto diagnóstico y el éxito del tratamiento no serían realmente útiles sin un correcto seguimiento de la indicación terapéutica. De hecho para algunos pacientes de los centros penitenciarios, el hecho de llevar una vida marginal y con escaso acceso al sistema sanitario, su estancia en prisión suele ser “la primera oportunidad que les surge para optar al tratamiento”, señala el Dr. Saiz de la Hoya.

Precisamente este especialista ha coordinado el estudio RibaDoT, cuyos datos preliminares se presentan en el marco de la XI Jornada de Sanidad Penitenciaria, y cuyo objetivo es valorar si el Tratamiento Directo Observado (TDO) de la ribavirina (Copegus®) y el interferón pegilado alfa-2a (40 KD) (Pegasys®) es o no más eficaz que la autoadministración de estos fármacos, como ocurre en otras patologías infecciosas como la tuberculosis y el VIH.

Se trata de un estudio —promovido por la Sociedad Española de Sanidad Penitenciaria (SESP) con el patrocinio de Roche Farma— comparativo, multicéntrico, abierto y aleatorizado, en el que participan 257 pacientes, que se puso en marcha el año pasado y cuyos datos finales estarán disponibles el próximo año.

La hepatitis C, la infección crónica de transmisión sanguínea más común, se transmite principalmente a través de la sangre o de productos sanguíneos. La hepatitis C afecta ya de manera crónica a 180 millones de personas en todo el mundo, lo que la convierte en una enfermedad cuatro veces más importante que el VIH 1 y 2. La hepatitis C es la principal causa de cirrosis, cáncer de hígado e insuficiencia hepática a pesar de que mucho pacientes se curan.

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